Tradición y artesanía de una golosina exquisita

“A nadie le amarga un dulce” y en este caso, el chocolate suizo. Un manjar rico en historia y en sabor, que cuenta con una reputación mundialmente reconocida. Suiza, chocolate y buena calidad conforman una ecuación en la que el resultado siempre es la excelencia.

La historia del chocolate suizo se remonta a los siglos XVII y XVIII con la llegada del cacao a Europa. Tras esto, surgieron empresas de chocolate que fueron perfeccionando su receta y técnica a medida que crecía su dedicación y devoción por el chocolate. Empresas que, a día de hoy, perduran y son líderes en la fabricación y exportación de chocolate. Lindt, Cailler, Toblerone, Villards… Todas son la casa de maestros chocolateros que han hecho posible que esta ambrosía sea parte de la cultura popular suiza. Y es que, para todo aquel que ama este alimento, ningún debate sobre chocolate sería lógico sin mencionar a Suiza.

El chocolate con leche, negro, con avellanas, blanco, con distintos rellenos… Hoy, es posible disfrutar de una amplia variedad con diversas intensidades, texturas y notas de sabor gracias a pioneros y fanáticos del cacao como François-Louis Cailler, Philippe Suchard, Daniel Peter, Rodolphe Lindt y Henri Nestlé, entre otros.

El chocolate es fuente del orgullo de Suiza, un símbolo nacional de un país con tradición y especialización en la elaboración y artesanía de un producto que se ha consolidado como una delicia atemporal.  Un arte centenario que siempre intenta estar a la vanguardia y ofrecer un nuevo descubrimiento en cada bocado, elaborando desde tabletas y bombones tradicionales hasta los postres más modernos. En definitiva, la atención a los detalles, la alta calidad y la exquisitez de sus sabores hacen que Suiza sea el rey indiscutible en el dulce terreno del chocolate.