Un viaje por la pequeña Atenas extremeña

Este municipio de la provincia de Badajoz es una auténtica sorpresa. Es alma, es calma, es auténtico, es mimético, es uno esos lugares en los que dejarse llevar… Llerena es una localidad con un potencial turístico enorme en el que destacan, sobre todo, sus gentes, su forma de entender la vida, su alma y su forma de abrazar al viajero. Un tranquilo paseo por sus calles, vestidas de blanco y salpicadas de hierro forjado que engalana las fachadas de las viviendas, es todo un placer.
Una experiencia muy personal de cada visitante que va escribiendo su propia historia mientras pasea, con calma y en paz, por su entramado de callejuelas y plazas, adornadas con flores y palmeras, que aportan sosiego y un silencio monástico que permite observar los miles de detalles y rincones que vas encontrando a tu paso. Llerena brinda también, la oportunidad de escuchar el vuelo de las aves o los sonidos de un pueblo majestuoso y orgulloso de sí mismo. Su riqueza cultural incluye monumentos como la iglesia de Nuestra Señora de la Granada, el Patio del Tribunal de la Inquisición y el Palacio del Obispo.
Sin mencionar su arquitectura civil, representada en los palacios Maestral, Episcopal, Consistorial y de los Zapata. Todos estos elementos, darán buena cuenta al viajero del potencial de una localidad con una antiquísima historia.
A su patrimonio arquitectónico centenario hay que sumarle su especial ‘arte mueble’, una colección de imaginería y escultura religiosa de valor incalculable. Llerena cuenta también con un Archivo Histórico Municipal que recoge documentación desde 1559 hasta nuestros días. Siempre ha sido considerada como “la pequeña Atenas de Extremadura”, ya que fue núcleo urbano destacado y centro político, administrativo y religioso de primer orden desde el siglo XV y, fundamentalmente, en los siglos XVI y XVII, favoreciendo la afluencia de importantes artistas de la escuela andaluza, así como la creación de numerosos talleres de artistas locales; convirtiéndose de este modo en un centro artístico de primer nivel.
La obviedad de que en Extremadura se come muy bien está muy manida. Eso lo saben de sobra en esta fabulosa localidad, donde se rinde culto a la gastronomía con la misma devoción que al arte y la cultura.



Con un breve recorrido por su casco histórico, podemos hacernos una idea muy rápida de que estamos visitando un lugar maravilloso en el que dejar volar a la imaginación, además de brindar un homenaje a nuestro gusto con la mejor selección gastronómica de la zona.
Cada año, la localidad celebra su ‘Monumento Gastronómico’, uno de los eventos clave de la agenda local, en la que se organizan cenas con el mejor producto de cercanía en ambientes y espacios singulares del municipio. El cocido, el puchero, la olla, los potajes de garbanzos con bacalao y espinacas consumidos durante los días de vigilia y los gazpachos para los calurosos días veraniegos. Se hace necesario destacar la exquisitez de los postres, esos deliciosos manjares con una clara influencia de las tradiciones judías y moriscas.
La joya culinaria que distingue a la cocina llerenense son los «corazones de las Monjas de Llerena» elaborados con esmero en el Convento de Clausura de Santa Clara, donde resguardan su receta como un tesoro preciado entre los muros del convento. Estos exquisitos dulces se componen de ingredientes tales como huevos, miel y almendras.
La localidad extremenña es la parada perfecta para conocer la Campiña Sur y disfrutar a lo largo de 24 kilómetros de enclaves singulares practicando senderismo solo o en compañía. Ese es el objetivo de la Ruta del Rey Jayón, que durante más de 20 años ha congregado a senderistas de toda Extremadura, zonas de Andalucía y el resto del país. Todos ellos han disfrutado de rincones de singular belleza como La Jayona, la ermita de la Virgen del Ara, la Alcazaba de Reina y su ermita visigoda, la Ciudad Romana de Regina y el conjunto histórico y patrimonial de Llerena.
Un tesoro por descubrir de una formidable tierra como es Extremadura… ¡Llerena!


